viernes, 11 de julio de 2008

Los Cukéros Dormidos


No soy el bien, no soy el mal; solo soy miedo, no todos los miedos, soy miedo de niños, que casi es como ser todos los miedos. Soy aquel que daba temor a ser olvidado en el colectivo, y por eso jamás te quedabas dormido allí, y el que podía cerrar la puerta del subte para separarte de la mano de tu padre, quedando así en una estación desconocida para siempre.
Soy árboles altos y arrugados, también el ropero gigante que te espió en tus tardes de fiebre. Soy medico, inyecciones, guarderías, colegios, maestras. Soy el tiburón que duerme en la profundidad del inodoro. Soy la incertidumbre de no saber cuando tus padres o tus hermanos se iran donde se fue la abuela.
Hijo de la soledad, padre de la cobardía, hermano de la oscuridad y primo del abandono me alimento de sus fantasías; pero no siempre todos los niños me temen, el valor y el coraje me ausentan, alguna vez me sucedió...
Era un angelito hecho niña, todo los niños son Ángeles, pero aquella brillaba en el sol de su felicidad que se reflejaba en los ojos redondos y grandes como su sonrisa. Las manos con dedos pequeños y finitos; infinitos e inquietos, no por nada su madre la llamaba “Moco Seco”, no recuerdo su nombre, si recuerdo bien donde dormía: era un cuarto pequeño, con una ventana desde donde se veían surcos de ropas tendidas y una escalera que caía hasta el patio de atrás del edificio vecino, tenía cortinas livianas como el revoque que se desprendía de las paredes, tres sillas, una mesa de formica y su cama, solo un pasillo y el baño, la separaban del cuarto de sus padres. Su madre colgaba por las tardes la ropa húmeda en las sillas bien cerca de la ventana. Noche tras noche yo invadía de terror ese cuarto, moldeando en esas prendas tendidas cuerpos sin vida que se desparramaban sentados inquietándola. “Moco Seco” enmudecía y miraba en la oscuridad con sus ojos bien abiertos y húmedos a aquellos cadáveres cukéros. Se moría de ganas de ir a la cama grande de sus padres, pero ella sabía que los cukéros no la dejarían ir y que no sería tan fácil conseguir ese alivio, luego se escudaba en sus sabanas hasta lograr que el sueño se la llevara. Fueron muchas las noches que asuste a esa niña, visitando con cukéros muertos su desvelo.
Hasta que una noche salió de sus sabanas protectoras, apoyo un pie en el piso frío y al mismo tiempo el otro, se paro erguida junto a su cama y mirando firme me enfrentó.- Señores cukéros, les juro que voy al baño y enseguida vuelvo- dijo llegando apenas con su cintura a la altura de la cama, y caminó segura y lenta, en dirección al baño, donde nunca llego, ya que en realidad fue directo al cuarto de sus padres. A la noche siguiente nos volvimos a ver, me mintió una vez más pidiendo disculpas, diciendo que fue al baño, pero su padre la llamó y todos los detalles y mentiras. Fue la ultima vez que la vi, semejante coraje a su edad me hizo sentir que nada más tenía que hacer en esa casa...

3 comentarios:

Casandro dijo...

Muy curiosa experiencia de miedo elemental, desde el lado del miedo. ¿El reverso de Blair Witch?

Casandro dijo...

La palabra clave que me está pidiendo es la siguiente: "skzjarha". Te imaginarás que no puedo dejar ningún comentario con semejante requisito.

Gustavo Valitutti dijo...

Me gusta la atmósfera opresiva que lograste y como le encontraste la luz al final del tunel
Saludos
Gustavo Valitutti